El Presidente de la AEME, general Argumosa nos remite el artículo “La guerra en Libia y la seguridad en el Mediterráneo”, integrado en el I Ciclo AEME/21, original del Académico de Número de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares, el General de Brigada ( R ) don Luis Feliú Bernárdez.
La guerra en Libia y la seguridad en el Mediterráneo
Hace hoy exactamente diez años, el 26 febrero de 2011 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, CSNU, por resolución 1970, expresó su preocupación por la situación en Libia, condenando la violencia contra civiles. El 17 de marzo la resolución 1973 del Consejo autorizó a «tomar todas las medidas necesarias» en Libia para «proteger a los civiles y a las áreas pobladas bajo amenaza de ataques», incluyendo la creación de una “zona de exclusión aérea” sobre el país. El 31 de marzo, la OTAN se hace cargo de las operaciones militares en Libia derivadas de las resoluciones. Enseguida se evidenciaron divergencias entre los aliados sobre la estructura de mando operativo, los objetivos, duración y medios empleados en la operación que duró siete meses hasta el 31 de octubre. Diez días antes Muanmar el-Gadafi fue capturado y linchado por sus captores después de un ataque aéreo de EEUU.
La operación militar sirvió para proteger a la población libia y debilitar la capacidad militar del régimen de Gadafi pero también Francia, el Reino Unido y EEUU instrumentalizaron a la OTAN para interpretar las resoluciones del CSNU a su conveniencia. La intervención aliada careció de la necesaria imparcialidad. Antes del fin de misión OTAN, el 16 de septiembre, el CSNU autorizó desplegar la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL).
Después de la intervención aliada y el establecimiento de UNSMIL en lugar de remitir la violencia dio paso a una guerra civil que ni el CSNU ni la comunidad internacional pudieron impedir. En palabras del Secretario General de la ONU “La implosión de Libia debe comportar una pesada carga sobre la conciencia de la comunidad internacional y motivar acciones significativas para ayudar a las autoridades libias a estabilizar al país y poner fin al ciclo de violencia, atrocidades e impunidad”
En 2021se cumplirá una década de inicio del conflicto, cuyas raíces se sitúan con la caída del régimen de Muanmar El-Gadafi y cuando el país se convirtió en un Estado fallido. Diez años de aquella primera resolución del CSNU, Libia está aún en guerra. Hace dos años en la reunión del G7 en Francia se acordó apoyar una tregua que condujera a un alto el fuego. Las siete naciones declararon que solo una solución política puede garantizar la estabilidad de Libia y optaban por una conferencia internacional para reunir a todas las partes interesadas y actores regionales relevantes.
Mientras, la lucha por el poder entre el Ejército de Liberación Nacional (LNA), liderado por el general Jalifa Haftar, con grandes apoyos externos y el Gobierno de Unidad Nacional (GNA), dirigido por Fayez Al Sarraj y apoyado por la ONU, prosigue con la ventaja de Haftar, cuyas tropas controlan la mayor parte del territorio y sobre todo los yacimientos petrolíferos más importantes, lo cual le otorga un gran poder. Las fuerzas de Haftar, ex colaborador de Muanmar el-Gadafi, llegaron a cercar Trípoli, la capital y sede del GNA, pero fueron rechazadas.
El primer ministro del GNA, Sarraj, siempre ha confiado en el diálogo y ha llegado a afirmar que “no renunciará a la construcción de un Estado civil”. Aunque parece lejana por el momento la posibilidad de llegar a una solución negociada. Haftar por su parte también mostró su disposición a dialogar para buscar una salida al conflicto, al parecer debido a que las Fuerzas de Sarraj habían recuperado en 2019 el control de algunos territorios. “Al final, hay que hablar y sentarse”, llegó a declarar Haftar y añadió que “Debe haber un diálogo y un proceso político. El diálogo nacional debe preservar la unidad nacional”, y también expresó su deseo de que se celebren elecciones presidenciales y parlamentarias. No obstante ese intento de aproximación, Sarraj, declaró en la Cumbre de Naciones Unidas de 2019 que no iba a mantener conversaciones de paz con un “criminal de guerra” y un “conspirador golpista”.
En la citada cumbre Sarraj acusó a Francia, Emiratos Árabes Unidos y a Egipto de patrocinar a Haftar. Sarraj denunció que las tres naciones “están interfiriendo en los asuntos internos de Libia” al brindar “apoyo militar y financiero al criminal de guerra Haftar”. Ante el temor de las consecuencias de las palabras de Sarraj, la comunidad internacional buscó una solución política. El embajador de Alemania en Libia anunció que su país había iniciado “un proceso de consulta con actores internacionales clave” para celebrar en Berlín una conferencia internacional sobre Libia.
El 20 de enero de 2020, hace poco más de un año, se desarrolló finalmente la conferencia de Berlín que se saldó con el acuerdo de “frenar la injerencia militar y política de potencias extranjeras en Libia”. Compromiso alcanzado por los líderes de Rusia, Turquía, Alemania, Italia y Francia entre otros países implicados en el conflicto libio. Los asistentes acordaron abrir un proceso pacificador, un alto el fuego permanente y un embargo de armas verificable. Un comité con militares designados por ambos bandos y auspiciado por la ONU se encargaría de vigilar el cumplimiento de alto el fuego. Este cese de hostilidades fue acordado el 23 de octubre de 2020 en Ginebra, apenas hace seis meses.
El objetivo de la conferencia fue conseguir que Sarraj y Haftar, enfrentados por el control del país y la industria petrolera, dejasen de recibir ayuda militar en un conflicto con cada vez más actores secundarios que nutren de armas y efectivos a ambos contendientes. Sin embargo, Sarraj y el hombre fuerte en Libia, Haftar, no participaron en la conferencia. Eso sí, viajaron a Berlín donde se reunieron con Angela Merkel, pero las diferencias entre ellos son de tal magnitud, que no hubo un encuentro entre los dos.
A pesar de los acuerdos alcanzados en Berlín, Turquía había firmado previamente un acuerdo con Sarraj que revela el control turco de los recursos de Libia y el dominio sobre su soberanía, especialmente en relación en el ámbito marítimo. El acuerdo, parece ser un «cheque en blanco» que permite a Turquía actuar militarmente en Libia, a cambio de proteger al gobierno de Sarraj. Los términos del acuerdo indican que Turquía puede utilizar el espacio aéreo, territorio y aguas jurisdiccionales libias.
Junto con la publicación de los términos del acuerdo, Erdogan se reunió con Fayez Al Sarraj en Estambul, donde discutieron el programa y los mecanismos para activar los acuerdos. Ankara y Trípoli han firmado un amplio acuerdo militar y de seguridad que prevé la creación de una fuerza de respuesta rápida. También prevé el establecimiento de oficinas conjuntas de cooperación en materia de seguridad y defensa en Ankara y en Trípoli.
Por otro lado el gobierno de Sarraj, en un intento por ganarse a Francia, que apoya claramente a su enemigo Haftar, se puso de acuerdo con Francia para concederle a la empresa petrolífera francesa Total el 16% de “Oasis Oil Company” y la participación de «Marathon Oil Libia” además de proporcionar servicios de capacitación y consultoría en relación con la actividad de sus fuerzas armadas.
En definitiva, además del alto el fuego y el proceso de paz abierto, cada bando cuenta con el apoyo de poderosos valedores. Por un lado, al Gobierno de Sarraj en Trípoli lo sostiene la ONU, la UE y lo apoyan Turquía y Qatar. Por otro, Rusia, EE.UU, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos apoyan a Haftar, hombre fuerte del este de Libia, de Bengasi, al que consideran capaz de estabilizar el país y sobre todo de frenar el yihadismo salafista. Francia después de los contratos petrolíferos quizás apoye a Sarraj ahora.
Los participantes en las negociaciones posteriores a la conferencia de Berlín sobre el futuro de Libia llegaron a un pacto para celebrar elecciones. La fecha elegida por los representantes de las dos partes enfrentadas y acordada con Naciones Unidas fue el 24 de diciembre de 2021. La fecha coincide con el 70 aniversario de la declaración de independencia del país y ofrece una “oportunidad única”. La elección de un Gobierno interino libio asegurará de que las próximas elecciones se desarrollen en condiciones óptimas. Este Ejecutivo cuenta como primer ministro interino con Abdul Hamid Dbeibah, empresario con buenos vínculos con Turquía y con Mohammad Younes Menfi como presidente del Consejo de la Presidencia.
Estamos en el principio de un proceso que tomará su tiempo pero que permite hablar a los que no se hablan desde hace diez años. En los últimos meses han estado abiertas tres rondas de negociaciones en tres localizaciones distintas: en Ginebra, donde empezaron las negociaciones; en Marruecos, donde se están negociando los pactos políticos; y en Egipto, donde se sigue el alto el fuego y se pretende acordar una reestructuración militar y de seguridad.
Libia no ha recuperado, después de diez años, la paz tras la caída de Muanmar el-Gadafi pero desde la firma del alto el fuego en Ginebra en octubre pasado y las elecciones de diciembre próximo ha aparecido un rayo de esperanza. La operación Sophia de la UE en las costas de Libia continúa desde 2015, pero la seguridad en esa área del Mediterráneo dependerá del resultado de las elecciones y de la actitud de Rusia y Turquía, países mas involucrados, a partir de entonces.
Madrid, 16 de febrero de 2021
Luis Feliu Bernárdez
Académico de Número
Academia de las Ciencias y las Artes Militares
Asociación Española de Militares Escritores