Sostenía David Hume que el cortoplacismo es el único defecto congénito del ser humano. Seguramente, no se equivocaba el filósofo escocés. Los demás defectos son adquiridos a lo largo de la existencia humana. Tal vez la certeza de que la vida del ser humano está limitada a un cierto tiempo explique la razón de todo ello.
El cortoplacismo, bajo sus distintas envolturas, se revela como el mayor enemigo del desarrollo de las sociedades modernas. Los ciudadanos, conscientes de lo efímero de su existencia, se aferran al corto plazo como meta para satisfacer sus inquietudes más próximas, olvidándose de la trascendencia y del futuro. Algo similar ocurre con los políticos que dirimen el destino ciudadano.
Hace poco más de dos meses, en una decidida apuesta de futuro, Francia restauró el Ministerio de la Mar. Decía el presidente Macron que el futuro de Francia será azul o no será. Y llevaba razón. Por una vez, y desmarcándose de ataduras cortoplacista, un dirigente político abandonaba la política escasa del corto plazo y abría un sendero a un futuro que se adivina tan preciso como ineludible.
Desde la Real Liga Naval Española venimos clamando porque en nuestro país dispongamos de un Ministerio de la Mar que englobe todos los intereses del sector marítimo. Y lo hacemos a sabiendas de que solo vale la pena aspirar a lo imposible porque somos del tamaño de lo que soñamos. Y si hemos de morir ahogados en nuestros sueños, hagámoslo en razones líricas y trasfondos románticos. En la Liga Naval soñamos con que algún día España recupere sus tradiciones marítimas y regrese a aquella senda que marcó su devenir histórico. Estamos convencidos de que algún día España volverá a ser un país marítimo.
Una realidad herida de muerte
El problema radica en que somos un país sin sueños, encajado en el cortoplacismo y en la derrota. Sin ilusiones los sueños desaparecen, y sin sueños sólo nos queda la realidad. Perdidos en un laberinto de espejos distorsionados por el paso del tiempo hemos consolidado un modelo marítimo ineficaz, anticuado y escaso. Hecho que se demuestra con el reciente anuncio de un anteproyecto de ley de modificación del Texto Refundido de la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante y de la ley de navegación marítima. El anuncio no pasa de ser un parche, otro más, que viene a consolidar una realidad marítima herida de muerte. En realidad, se trata de un parche que solo actúa como estímulo para que nada cambie y tan disfuncional modelo se fortalezca.
España está a punto de perder en tren del futuro azul. Sin una decidida apuesta por el cambio del marco regulador y una apuesta todavía mayor por una agresiva política de apoyo al I+D+i nuestro sector marítimo está llamado a vivir el sueño del olvido. En medio de este entorno produce una cierta desazón comprobar la pasividad de los intereses privados del sector que, por miedo o conveniencia, juegan el papel de argamasa de tan ineficaz modelo marítimo. Pero no se engañen nuestros empresarios marítimos, el corto plazo solo oculta la proximidad del fracas.